lunes, 8 de septiembre de 2014

Salvajismo relatado

by @giselin


Relatos Salvajes es la clase de películas que hay que ver pronto. Y es que dejan ciertas semillas, ciertas frases, ciertas referencias que en poco tiempo se convertirán en referencias comunes. No faltará mucho para que algún que otro comentario mencione una frase de la película y que todos sepamos a que refiere. No siempre pasa, pero hay obras que trascienden por lo cercanas y se encarnan en su público. Este caso tiene todo para ser una de esas.

Es que Relatos Salvajes es un privilegio para el espectador que lo viene esperando desde hace meses, cuando su primer tráiler comenzó a proyectarse. Cumple con lo que promete. Es un combo de pequeñas historias con la naturaleza instintiva al palo. Desgarrados de protocolos éticos, estos micro relatos confluyen en una composición majestuosa que solo Damian Szifron y su talento de director de orquesta puede regalarle al cine argentino, conjugando a una selección de actores que todos quisiéramos ver una y otra vez.



Con una precisión digna de un relojero, calibra todos los sentimientos: la sala colmada pasa de la risa al espanto, del pánico al aplauso, se siente reflejado, atemorizado, compadecido. Todos estuvimos alguna vez cerca de nuestro lado salvaje. Estos personajes nos muestran lo que hubiera pasado si no lo hubiéramos reprimido, si nuestro super yo no existiera impidiéndonos actuar por instinto, si no tuviéramos límites.

La película consta de seis historias autoconcluyentes, con situaciones, personajes, planteos y resoluciones independientes. Totalmente atinada para nuestro ritmo de consumo signado por los productos snacks nos mantiene atentos, compenetrados vez tras vez con cada uno de los protagonistas que van desfilando, uno tras otro, por los escenarios que nos regala. Con tanto talento que no necesitamos demasiado tiempo para conocerlos: el timing con el que nos cuenta quién es, qué pasa, qué quiere es tan fugaz como preciso. No necesitamos más explicaciones, y el vértigo con el que nos lleva de la mano es el preciso para no sentirnos abrumados ni confundidos.

La fotografía, las luces, los planteos de las escenas y fundamentalmente las tomas son únicas. Cámaras ubicadas en los lugares más insólitos aportan a estos relatos que nos invitan a salir de la comodidad y del lugar común: todo puede pasar cuando el instinto comanda. La mirada se corre de lo esperado, y esto pasa literalmente en el caso del ojo que nos muestra. Remata la apuesta una música que acompaña a cada paso las sensaciones.

De los actores ¡qué agregar! Solo nombrarlos ya nos da la pauta de que algo grande viene tras ellos. En cada caso se convierten en nuestros preferidos. Como no podría ser de otra manera, Ricardo Darín se destaca. Sbaraglia y Martinez lo siguen de cerca. Cada uno en su papel que les cae como creados específicamente para ellos (Sbaraglia, un joven rico soberbio a bordo de un auto último modelo, y Martinez otro millonario poderoso, con la calma que le da la impunidad). Rita Cortese es tan brava que es querible, tan ella como siempre. Y otra que sorprende, destacandose y llevándose aplausos es Érica “me conocen más como Maria Elena” Rivas, la novia que protagoniza la boda judía que da cierre a la colección.

Y es que en este combo explosivo, sarcástico, bizarro en algún punto, crítico hasta la médula, fuerte y grotesco, tanto que da risa por lo certero y exacerbado, todos los ingredientes se conjugan para que uno salga de la sala con ganas de más, con la certeza de haber pasado un par de horas de tensión, risa, compasión, de decir “se lo merece”, “uhhh que zarpado” y “noooo!” mientras aplaude el cierre de la apuesta, y ve que la sala completa se va levantando poco a poco, esperando la oportunidad de volver a verla en cuanto la oportunidad la deje a mano en las descargas, el dvd, el cable, o la televisión pública en algunos años.

Sin duda, una obra digna del aplauso. ¿Habrá algún tomo II de la colección? ¡Ojalá!