sábado, 9 de abril de 2011

Yo también quiero rescatar a un chino

por la querida amiga Gise Botta (@giselin)


Que Darin es Darin, y cada día convence más de su talento, no es ninguna novedad, no es necesario afirmarlo porque a lo largo de su extensa trayectoria lo ha confirmado una y otra vez. En esta oportunidad vuelve a demostrarlo, a través del hosco Roberto, personaje central de “Un cuento chino”, la película dirigida por Sebastián Borenztein (quizás más conocido por series -como “Tiempo final”, “Malandras” y “El garante”- que por largometrajes previos).

El azar cambiará la vida de Roberto, estructurada, metódica y cerrada, a partir de un artilugio del destino que cruzará su camino con el de un chino que llega a nuestro país luego de que una vaca cayera del cielo matando a su novia. Así empieza la historia. Pese a su resistencia inicial, este encuentro los afectará y cambiará su mirada de la vida.

La película clasificada como comedia, en algún punto (es mi humilde apreciación) plantea un cierto matiz dramático, en las historias de los personajes que hablan acerca del sentido y del sin-sentido de la vida (no será mucho?). Ambos personajes han sufrido alguna situación trágica en su vida, pero sus miradas acerca del resto del camino son muy diversas. El encerrarse o el marchar al otro lado del océano así lo demuestran. Y es ese cruce de caminos el que permitirá un cambio de mirada.

Fuera de eso, los destellos cómicos están muy ajustados y bien logrados. Como antaño el chiste fácil era el que se tropezaba, ahora pareciera que lo chistoso va en camino al lugar común al poner al gruñón que putea. En la sala el efecto era instantáneo. Roberto renegaba (por todo) sin cesar, y nada era más gracioso que ello. Los desencuentros idiomáticos hicieron lo suyo a la hora de generarlo también. La mixtura entre una y otra sensación logran su cometido.

Los personajes están a la altura de la historia. Roberto, un renegado absoluto, negado a la vida, está encarnado a la perfección por Darin, una vez más logra vendernos lo que quiere, y su ductilidad actoral lo ubica con facilidad en cualquier papel. La ternura del chino Jun (encarnado en Huang Sheng Huang), quien no conoce ni un solo sonido del idioma español (ni inglés, ni alemán, ni italiano) más que el nombre que reconoce del tío al que busca, su lugar de desprotección y su carácter cordial, sumiso y obediente, lo ponen en un lugar sumamente querible. Y Muriel Santa Ana, poniéndole el cuerpo a la tierna Mari, una mujer que llega del campo con la convicción de volver a seducir y conquistar a Roberto, con sus ojos chispeantes, no deja dudas de que su talento está en crecimiento, más allá de la gruñona Lucia Gonzales (grosa entre las grosas, lejos) de “Ciega a citas”.

El combo es casi dos horas de mezcla, de chiste cruzado con una reflexión muy sutil, quizás en algún punto forzada o innecesaria, que le cambia el matiz básico de “somos extranjeros y no nos entendemos” para darle una pequeña vuelta de tuerca más profunda, que da sentido a los distintos seres de cada uno y que justifica la necesidad del cambio, la profundidad del afecto, y el efecto del otro, que aunque no pueda cruzar una palabra nos toca con todos los sentidos…



No hay comentarios: