viernes, 11 de abril de 2014

Alfredo Alcón: adiós a un SEÑOR actor

Cuando se nombra a Alfredo Alcón la silueta de un personaje particular se me hace presente.

No se trata del peculiar padre de Cohen vs Rosí, ni tampoco del Santo que comandó a la espada, y mucho menos de ese joven galante que enamoraba a Chiquita Legrand.
Tampoco es el rostro del loco que se creía emperador, ni del alquimista que andaba tras los pasos de un supuesto Mesías, y mucho menos es el perfil de los pocos actores argentinos a los que Shakespeare le sentaba bien.

Será porque mi padre es un fanático de Leonardo Favio, no sólo por su música, sino también por ser uno de los pocos directores de autor de nuestro país, un padre que entre las sierras y hace tiempo ya, le largó un "Nazarenooooo!!" al actor protagonista de una de sus obras.
Será porque mi madre es una fanática de ese actor que seguía desde las épocas del radioteatro, cuando Radiolandia era la revista de moda. Tiempo en el que Twitter no existía y mi madre bajo un seudónimo (hoy el nombre de mi hermana mayor) mandaba cartas a sus ídolos y estos devolvían la correspondencia con fotos autografiadas.
Será culpa de todo esto que la primer imagen que me hago de Alfredo Alcón cuando escucho su nombre sea la de "El mandinga".


1975 fue el año en que Juan José Camero tuvo que enfrentarse al destino de ser el séptimo hijo varón. Destino que lo llevaría al mismísimo infierno.
Infierno que recuerdo cuando lo vi, no lo pude olvidar. No ardía llamas ni lo cruzaban ríos de lava. El padecer de cuerpos retorciéndose era real, era palpable... era posible.
Y allí estaba, esa silueta oscura que con esa voz tan única y particular reclamaba el amor que Nazareno le tenia a Griselda para terminar con su maldición.

Para el que no la vio, vale la pena dar play...



Se fue para muchos el mejor actor argentino.
Varias generaciones crecimos con el vox populi de su grandeza, pero no se trataba de mera publicidad, no se trata sólo de un boca en boca, ya que a las pruebas nos remitimos, se trató de un actor único, inigualable e incomparable.

Como me dijo mi madre está mañana cuando se entero de la noticia: "ahora sí que me quedé con las ganas de verlo en las tablas..." Por esas cosas de la vida que uno deja pasar, una materia pendiente que a ambas nos quedó, pero que por suerte (una manera desacertada de decirlo) con el cine siempre lo podremos volver a ver... sólo eso, volverlo a ver...


Gracias maestro.


@vanemaz



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