lunes, 28 de marzo de 2011

Todos dicen te quiero...un verdadero lemon pie

Días atrás, nuestro amigo José Matteucci decía en Los Mandingos de la Siesta (de lunes a viernes de 13 a 15 por FM Poriajhú 90.7), que cierto cine puede ser considerado como una tortafrita: uno nunca espera mucho de él pero no por eso deja de ser placentero...

Anoche, tuve la oportunidad de experimentar otro tipo de cine, un musical más cerca quizás de un lemon pie. El film en cuestión fue el conocido “Everyone says I love you” del genio Woody (hay veces que siento que esto con Allen ya es casi una evangelización), una cita que tenía pendiente (y vaya si pasó tiempo y agua bajo el puente sobre el río Hudson, se estrenó en el 96, cuando armaba el bolso para irme de viaje de estudios a Carlos Paz y empezaba a usar corpiño).

Dejando el último trapo al sol aparte, fue gracias a la magia de las redes que pude cumplir con la promesa, considerando que los films de Allen no son piezas tenidas tan en cuenta por la grilla como sí tantísimos films tortafriteros, eso se explica claro está, porque el lemon pie no responde a todos los paladares, la torta frita sí, y porque el lemon pie nunca, jamás, es igual en sabor, textura y figura.

Nunca fui muy devota de los musicales, me pesaba ver gente tan feliz que parecía volar y no tenía vergüenza de ponerse a cantar de la nada en, por ejemplo, un bar o una florería (aunque claro, buscar la felicidad en las tinieblas rutinarias era la esencia -para más info sobre este género leer "El cine por asalto" de José Pablo Feinmann-). Las amistades cumplieron a la perfección su rol de afectar y contagiar demencia y fue a partir del teatro que empecé a considerarlos, a entenderlos, hasta dejarme lentamente ser parte y querer estar ahí.

Fueron efectivos porque despertaron un monstruo dormido, la imaginación infantil que siempre había latido en algún lugar de la psique, en los sueños of course, pero más allá, en la mente, en ese escenario puertas adentro en el que cantaba y bailaba, desde los rincones del orfanato de Chiquititas hasta de la mano de David Bowie en Laberinto (bultos aparte).

Y Woody traslada la esencia teatral antes que en los pasos de baile en la forma de describir el espacio, con paneos y largos planos secuencias que nos ubican AHÍ, en medio del flujo de diálogos que siempre terminan abordando lo complicado de las relaciones humanas, lo frágil de las idealizaciones, lo difícil de la fidelidad, lo fantasmagórico del sexo, lo triste del paso del tiempo y, obviamente, lo simple de las cosas….simples. Además de bañar las escenas con chocolate 100% allen factory: con música, referencias a grandes del cine, palabras que viajan más rápido que la luz, capitales extravagantes que muestran la miseria en estado sublime y claro, los hermanos Marx (de ahí viene la frase que da nombre al film).

Así, va configurando un panorama que viste lo simple de complejo y lo complejo de simple, donde ¿acaso la joya sean los actores?. Haciendo deslizar en el aire a Goldie Hawn y logrando que Alan Alda (chico Allen), Drew Barrimore (es como que siempre le falta el lollipop), Edward Norton (I will always love you), Julia Roberts (100% JR), Natalie Portman (no brillaba aún y el llanto no era creíble), Lukas Haas (sí brillaba, he always did), Natasha Lyonne (antes de American Pie) y hasta el rudo Tim Roth (ídem que Haas) canten, para en ese acto ir más allá, reírse de algunas convenciones y de paso homenajear a Fred Astaire y otros, incluso al mismísimo Gene Kelly bailando con Leslie Caron a orillas del Sena en la grandiosa Un americano en París.

Tal vez Todos dicen te quiero sea una de las últimas joyas del Woody pre-europeo que uno extraña pero sin embargo hace valorar más al actual. Como dije al comienzo, es un musical distinto (en el que bailan y cantan desde los empleados de una joyería y los enfermeros y enfermos de un hospital...hasta los muertos!!!), que lo es quizás porque como dice la narradora DJ Berlín "le conté a Skylar que alguien debería contar esta historia y hacer una película y ella me dijo: mejor convertirla en musical porque de otra forma nadie va a creerla" .

Eso la transforma en verdadero lemon pie: es ácida y dulce, deliciosa dentro de su aura único, esponjosa en cuanto a ingenio, y con la certeza de que como postre afectará cada paladar de una manera única, poniendo en juego todos los sentidos a la vez.

No es poco viniendo de un postre a base de limón....¿no?

GGss

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