jueves, 7 de julio de 2011

Medianoche en París

"Yes, but you are a surrealistic. I'm a normal guy!"
Gil Pender

Woody lo hizo de nuevo. Sin superproducciones ni tramas complicadas.

Una ciudad hermosa, un puñado de buenos actores y una historia simple y conocida, de esas que se encuentran acá nomás, más cerca que en la esquina de casa. La manera de batir el combo como un milkshake y abordarlo, sin embargo, volvieron a ponerlo en el podio de los magos del cine, de los directores que aman el cine porque mucho antes aman bucear en los conflictos de la vida cotidiana, sabiendo que el séptimo arte es acaso el mejor medio para intentar entenderlos.

Como la última vez que me encontré con el neoyorkino, fue a través de esa pantalla grande que ya extrañaba, pero con un detalle: en soledad (desafortunadamente no tengo muchos afines a Woody cerca), rodeada de los espectadores allenianos promedio, su "target argentino": gente de la tercera edad, de esa que por suerte omite hacer comentarios y comer pororó de manera salvaje (por miedo a que se le pegue en los dientes postizos).

Mientras abría un Bon o Bon y comenzaba a deglutirlo, la pantalla fue introduciéndonos en la tierra que Woody había elegido en esta oportunidad: París, la bella y sofisticada París, la colorida y soberbia París, rincón europeo al que transformó por su manera de mostrarlo, en una gran y enigmática Neverland.

La historia puede parecer conocida, en el sentido de que seguramente ha transitado la mente de cualquier ser humano atendido por algún discípulo de Freud and company: ¿qué pasaría si naciéramos en otra década? ¿qué pasaría si pudieramos mudarnos temporalmente a un momento histórico "mejor" que el que nos toca vivir?

Gil Pender es un guionista que quiere ser escritor. Lleva una vida cómoda en las colinas de Hollywood y está por casarse,pero siente que algo le falta. De paseo por París, con su up-tight (estirada) esposa y sus más up-tight suegros, se da cuenta que ese es su lugar en el mundo, que quiere vivir allí, ser tocado por esa magia que quizás lo inspire a escribir y terminar su primera novela. En el transcurso de los días de turista se encuentran con una pareja amiga de su novia, un hombre insoportable y pedante (el típico sabelotodo imbancable) y su sumisa esposa (que parece no tener pizca de personalidad), quienes quieren arrastrarlos en sus salidas por la Ciudad Luz, oferta que desde el vamos toma la esposa de Gil, pero no él.

Una noche entonces, después de las 12 en punto, un auto muy antiguo lo pasa a buscar y lo lleva a una París distinta, la de la década del 20, la de la Generación perdida, con cuyos miembros comienza a tener locos encuentros. Se hace amigo de Scott y Zelda Fitzgerald, sale de copas con Ernest Hemingway, recibe consejos sobre su novela a cargo de Gertrude Stein, escucha a Cole Porter tocar su piano, se enamora de Adriana, una amante de Pablo Picasso y hasta es invitado a tomarse unas copas con Salvador Dalí y Luis Buñuel.

Gil se enamora de esa París, quiere quedarse allí, por lo que vuelve cada noche a la misma esquina. Mientras tanto, su esposa comienza a asfixiarlo (más de lo que estaba) y para colmo de males, conoce a una bella y muy francesa vendedora de antigüedades.

Así, el film irá enredándose, como en toda historia alleniana, llevando a Gil a replantearse su lugar en el mundo, su propia insatisfacción, su nostalgia (el "todo pasado siempre fue mejor" tan característico de Woody, quien según confesó alguna vez, sigue escribiendo sus guiones en una vieja máquina de escribir), su relación con Inés, su futura esposa. Todo adornado por el bello paisaje parisino, por el Sena que vuelve a estar (como en Todos dicen te quiero), por una banda sonora impecable y por los diálogos que mezclan humor, política y el ingenio de crear en el espectador la identificación inmediata.

Owen Wilson como el adorable Gil Pender está fantástico, haciendo del mismo Allen (siempre tiene un actor fetiche que lo representa, con sus gestos, su tonalidad y su forma de hablar), y los demás acomapañan bien: Rachel McAdams como Inés, el inglés Michael Sheen como el pedante Paul, Marion Cotillard (GROSA) como Adriana, Adrien Brody como Dali, Kathy Bates como Gertrude Stein y hasta la desabrida Carla Bruni como una también desabrida guía turística.

Con todo, Medianoche en Paris, los envolverá de manera única, los transportará a París y a sus propios pensamientos...

Allen le saca brillo a las ciudades, le saca brillo a los actores y obviamente a las situaciones ordinarias nuestras de cada día…incluso, se da el gusto de soñar al final, porque claro, la elección de Gil es la que uno siempre sueña, la que uno elige cuando los pensamientos toman la posta y se vuelve protagonistas.

¿Qué me queda por decir? ¡Que el milkshake alleniano es siempre una delicia!

GGss

2 comentarios:

Ciro 6 dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ciro 6 dijo...

Tras la reseña, la peli se vuelve irresistible para un matador de brújulas (Rayuela, Cortázar) como me defino yo. Felicitaciones por la nota, GgSs