La primera imagen nos muestra un
cuerpo acostado, en estado de reposo. Una parte al descubierto, en cueros, la
otra oculta bajo la sábana. La cámara de detiene allí, en silencio, como
deteniendo el tiempo y el espacio. Ahí estamos, ahí nos quedamos los
espectadores, sin entender pero invitados a más.
Shame (2011) es el título que el
director Steve McQueen le puso a su segundo largometraje (cuando aún era un
director de corte independiente, sin condimentos Oscarizantes, o en otras palabras: cuando lo conocían sólo un puñado de freaks cinéfilos).
Shame es una invitación a los
sentidos y la oportunidad de ver el cuerpo pálido de Michael “el representante
más conocido del hombre de Neardental” Fassbender en estado de plenísima desnudez (y descubrir por qué lo
llamaban barba roja mucho antes de 12 años de esclavitud).
Resulta que Brandon Sullivan es un
treintañero que vive y trabaja en New York; y tiene una pequeña gran adicción al
sexo (es decir, imaginen, pornografía por doquier, contrata prostitutas y
avanza sobre cualquier mujer que lo mire aunque sea para decirle “tenés una
basurita en el pelo”). Su vida de neoyorkino cómodo en su patetismo se altera
cuando recibe la visita de su hermana algo depre Sissy (Carey "no soy prima ni hermana gemela separada al nacer de Michelle Williams y cortenla con el tema" Mulligan), que literalmente se
instala en su departamento. A partir de allí se verá obligado a ceder y hasta
reprimir algún que otro impulso sexópata escapando de distintas formas,
saliendo a ese exterior que lo obliga a enfrentarse a sí mismo (muy interesante el plano secuencia de Brandon trotando y la escena del subte que abre y cierra, por así decirlo, la historia).
La película no es más que esto,
es decir, narrativamente no hay un desenlace como uno acostumbra ya que el film
se queda en ese entre, no hay soluciones mágicas de problemas ni avances. Es
puro presente, pura exposición. McQueen te dice “mirá, es esto,
mirá bien porque es esto y no hay más”. El silencio aturde y los movimientos recurrentes
producen una especie de magnetismo a la pantalla (para más info sobre el tema ver "12 años de esclavitud"). No hay reflexión inmediata,
todo es puro ahora (un ahora que te pone nervioso, te harta, te cansa, te satura...lo notarán en la escena de Brandon y las dos chicas).
Los psicólogos dicen que la
atracción sexual radica, en parte, en la insinuación, y en este film lo podrán comprobar
por sus propios medios, o sea y que quede claro: no hay un carajo de insinuación,
toda la carne está en el asador; todo son planos de desnudez, así sin más. Fassbender se pasea en bolas el 60% del film (mostrando
un péndulo que no es el de Foucault) pero eso no produce nada en el espectador
más que (vuelvo a repetirlo) hartazgo.
En el fondo, Brandon es un pobre
tipo más solo que Voldemort en el día del amigo. La soledad, la falta de
estímulos, de sentimientos, de objetivos, la representación del sexo como consumo
voraz, el otro como objeto, la carencia de relaciones y empatía: todo eso es Shame.
El vacío existencial expresado en
saturación de sexo. Para el espectador: una experiencia.
@Eugess
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