domingo, 6 de febrero de 2011

500 días de invierno

…y 500 razones para odiarla

(aclaración: este post es meramente catártico y contiene spoiler...)

Que el personaje principal se llame Summer ya es mal indicio. Durante las casi dos horas que dura el film de Marc Webb, Summer demuestra que definitivamente no le hace honor al nombre ni física ni emocionalmente. Pero no quiero enroscarme aún.

Hacía meses que quería verlo. Todo había comenzado cuando un amigo había confesado en su muro de Facebook haber quedado shockeado por la protagonista. Empecé a desesperarme, sumando a mis ganas habituales y obsesivas el hecho de que en el elenco participara Matthew Gray Gubler, otro punto lamentablemente en contra que más adelante detallaré.

Vuelvo con lo de mi amigo. Sucede que tiempo más tarde le pregunto qué tal la película, a lo que me responde “no me acuerdo, esa noche cuando la ví estaba en pedo”. Quedé en aguas, naufragando entre el film, la frase de este chico y la propia película que me había hecho en la cabeza, una gran obra fruto de la ilusión que se empezaba a desmoronar.

Fue finalmente ayer cuando los últimos escombros se terminaron de desperdigar por todo el terreno. Haciendo zapping, esa acción tan dual, tan entre el patetismo y la necesidad, la encontré!!! Habían transcurrido ya más de quince minutos, pero había visto el trailer en mis días de búsqueda desesperada así que más o menos tenía una idea del primer encuentro de los protagonistas.

Me quedé sentada mirando, después de tanto buscar no podía cometer el acto tan cruel de dejarla ir. Y los sentimientos que vendrían a continuación serían los causantes de mis ganas de escribir esta catarsis, porque no hay otra palabra que describa estos párrafos amontonados y bastantes incoherentes.

500 días con ella” (nombre criollo que le chantaron a 500 days of summer) es un film al que le hubiera ido mejor si se hubiese quedado en el modo “pochoclero estándar”, pero no, aparentemente quiso ir más allá y parecer interesante, y ahí cayó, con el mayor desacierto de todos: ignorar la narrativa y dedicarse a la estética, sin olvidar por supuesto, recostarse sobre los lugares comunes nuestros de cada día.

La historia es la de un chico que en cambio de ejercer su profesión: la arquitectura, se dedica a escribir tarjetas para una compañía. Ahí conocerá (desde ahora la llamaremos así) a Winter, la secretaria de su jefe. Tom cree en el amor, en estar predestinado a alguien, el destino y esas cosas…ella no.

Winter en realidad es una histérica, una mujer que carga con el peor tipo de neurosis que jamás haya diagnosticado Freud. Que no creyera sería estupendo, pero Winter en realidad no sabe qué caranchos quiere hacer con su vida. Encima habla tan despacio que crispa...y el pobre Tom cae a sus pies, pero ella sólo sabe dejarlo plantado por todas las calles de una Los Angeles que parece una San Francisco.

El director va mostrando el ir y venir del dúo a partir de un contador (que obviamente tiene que llegar a 500) que va y viene, mezclando lo que pasa y lo que podría pasar. Las expectativas del protagonista también se muestran a partir del recurso de la pantalla dividida. Pero por si fuera poco, le agrega al combo comentarios de los dos amigos de Tom en blanco y negro, homenajes a Ingmar Bergman y momentos surrealistas que terminan de arruinar todo. Lo que sin dudas acompaña y sobresale es la música, lo que pagaría el cheque…

Según Wikipedia el film fue aclamado en Sundance, pero real y sinceramente a mí no me gustó. Quizás porque ilustra la teoría (aplicada ampliamente al género masculino) que dice que una cosa es ser cool y otra muy distinta parecerlo; es decir, el que se hace pero no es, queda relegado a la figura de verdadero mamarracho…y 500 cae en el mamarrachismo típico de un film que se pierde en esta ambición desmedida.

Párrafo aparte merece el anteriormente mencionado Matthew Gray Gubler, amor platónico al que bajé de un gomerazo después de verlo en ínfimas tres escenas. Que se quede en la BAU como el nerd Dr. Reid que ahí está bien y que se haga el favor de no participar más haciendo de amigo que hace típicas y compinches preguntas sexuales….simplemente don’t match!

El pobre y always tierno y groso y sexy Joseph Gordon-Levitt salva las papas y Zooey Deschanel definitivamente es muy buena actriz porque con su cara de página en blanco, su risita de nena de diez años y su intento de parecer inalcanzable, hace aflorar el instinto asesino del espectador.

Last but not least: el final! Se demuestra la esencia del mamarracho… El director termina casando a la protagonista (que al final era una Susanita cualquiera), mientras que a Tom, el mismo día en que deja las cosas bien y se amiga con su conciencia, le agrega el factor “conocerás a la mujer de tus sueños”.

Es decir: terminó siendo una comedia rosa que tiró por la borda todo lo que podría haber tenido de interesante. Insisto, me quedo con una tonta pochoclera asumida como tal como por ejemplo “Quiero robarme a la novia” (disculpen, es un guilty pleasure….la tengo grabada y la miro cada tanto, aparte de que me gusta un poco Patrick Dempsey).

Este film se miente a sí mismo, y termina engañando al que le destina su tiempo. Quizás triunfó en Sundance porque a los del norte le venden cualquier verdura y la compran, quizás no me gustó porque soy más neurótica que Winter o porque vivo agregándole demasiadas expectativas a todo, quizás les recomiende que la experimenten y saquen sus propias conclusiones….quizás quizás quizás…

Aunque después de releer semejante pesimismo condensado, era mejor quedarse con la primera impresión, la de mi amigo ebrio…

GGss

1 comentario:

Flor Díaz Fazi dijo...

Ah... genial la nota, me encanta ese humor cascabelero jaja
En estado de embriaguez cualquier cosa es linda, y hasta creo que lo que hace es acariciar el ego de un corazón roto. Lo que más me gustó de la peli es la comparación de lo que amaba y luego odiaba con esas mismas imágenes. En fin.. brindo por Patrick Dempsey, sí sí yo quiero robarmelo a él!!